dimecres, d’agost 22, 2007
Ilusión (capítulo primero)
A pesar que como tío según dicen sólo tengo una neurona, de ser cierto da para mucho, porque siempre tengo unos cuántos temas rondándome el ático. Y mira que bien me viene la palabra, porque el tema estrella de todos estos es la compra de mi primera vivienda. Llegados a este punto aviso, si es que hay alguien que además de pasar por aquí se detiene a leer, pienso extenderme sin mesura ni control, vamos que pienso meter un rollo de no te menees.
Bueno, los antecedentes, para autosituarme, es que acabo de empezar la cuarta década de mi vida, vamos soy un reciente treintañero, y sigo viviendo en casa de mis padres, donde estoy de maravilla por cierto, aunque necesito con urgencia mi espacio. Por otra parte, hace casi tres años y medio, lleno de optimismo e ilusión, palabra de la cual deriva el adjetivo iluso, me decidí a abrir una cuenta vivienda que me ha servido para desgravar una pasta cada año, eso sí tras prometer al estado que antes de cuatro años sería el flamante propietario de un piso.
Pues bien, el tiempo pasa, los precios de los pisos han subido como la mejor espuma de baño jamás creada, y yo no me he decidido a comprar todavía, con lo cual se podría decir que me ha pillado el toro. Esto es fácil decirlo desde la perspectiva que te da el tiempo al echar la vista atrás. El tiempo apremia, sólo tengo unos siete meses para comprarme un piso o tendré que devolver a haciendasomostodos lo desgravado en estos últimos tres-cuatro años. Bien, siempre me ha gustado actuar bajo presión...
Sigamos con los condicionantes. No creo que me gane mal la vida, y probablemente mejoraré paulativamente con los años, todavía soy joven y con amplio margen de mejora profesional. A parte de lo obvio, que es el precio de los pisos, me encuentro con un problema: tendré que hacerme cargo yo solo de la hipoteca. Y hay quien tiene miedo al matrimonio! que vayan abriendo los ojos, que la hipoteca sí que es para toda la vida, salvo braguetazo o primitiva-euromillón que lo remedie.
Acceder yo solo a la compra de mi primera vivienda, en mi caso, resulta del todo desilusionante. Estoy seguro que muchos en mi misma situación no pensarían ni sentirían así, pero yo sí. Mi amiga vallisoletana Karol, por poner un ejemplo reciente, a pesar de los inconvenientes de buscar piso (precios, inmobiliarias, bancos...), está loca de contenta porque se va a vivir con su chico. Así que, pienso ahora, yo debería buscar también ese aliciente que conviertiera el calvario de comprar un piso en algo que me motivara e ilusionara. Después enlazaré con esta reflexión.
Volviendo a los condicionantes, he sido capaz de ahorrar una cantidad que yo considero importante para la entrada y gastos del piso. Estoy en el límite, pero más o menos me da para pagar el 20 por ciento del valor de un piso que me pueda permitir y los gastos que la gestión conlleva. Era uno de mis objetivos, lo cierto es que los bancos te miran y tratan de una manera completamente diferente en comparación a ir con una mano delante y otra detrás. Pero no es suficiente lo ahorrado, es frustante. Y te das cuenta cuando coges un par o tres de esas revistas inmobiliarias que regalan en todas las panaderías, y ves que por cualquier mierda de piso que tendrás que reformar, en un barrio que no te gusta en absoluto, piden más de lo que te puedes permitir.
Pero no hay problema, los precios empiezan a bajar!!! Lástima que los tipos de interés empiecen a subir. Eso sí que me preocupa. Tiene narices, todo un agnóstico como yo voy a tener que hacer un acto de fe enorme en confiar que no sigan subiendo los dichosos tipos y nos pillemos todos los dedos hasta los codos.
En fin, no es justo, ni para mí ni para todos los que como yo quieren tener un lugar donde vivir en este instante de la historia. Prefiero no pensar en que la condena de por vida que es ahora una hipoteca representa beneficions muchimillonarios para unos cuántos privilegiados, que no son pocos: además de promotores y constructores, propietarios de suelo (urbanizable o no, eso es lo de menos), bancos y cajas, ayuntamientos, especuladores varios, y propietarios que (yo también lo hubiera hecho) han aprovechado para vender un piso que les costó nosécuántasveces menos de lo que sacarán al venderlo. En fin, incluso en el supuesto primer mundo se siguen agravando cada vez más las diferencias entre ricos y pobres, por llamarlo de la manera más simple. No vamos bien, nada bien.
Sigo con el tema, que me pierdo. El otro día pensaba que Barcelona, donde los precios son, ya no caros, diría exagerados, se ha vuelto una ciudad más elitista todavía, es excluyente. Y estoy seguro que pasa lo mismo en el resto de ciudades grandes. Sólo puedes vivir en bcn si tienes un alto nivel de ingresos, un buen padrino, una herencia, o algo por el estilo. Claro que la otra opción es intentarlo pasando por una condena que probablemente dure hasta más allá de la jubilación.
Y en mi caso, las poblaciones colindantes no tienen demasiado encanto, las veo casi todas ciudad dormitorio, incluida la mía. Sólo la zona del Maresme se salva, por el encanto de ser una comarca que vive de cara al mar, o mejor dicho de cara a la vía del tren que rompe ese encanto.
Bien, haré un breve resumen de lo acontecido en los últimos meses. Estuve buscando piso hará uns dos años, sin nada de entusiasmo, en Terrassa, ya que hasta hace un año trabajaba allí, pero por suerte no compré nada, lo único que tenía allí era el trabajo y los precios eran astronómicos, sobre todo teniendo en cuenta lo que me ofrecían por esos precios... Una vez aquí, con un nuevo trabajo en bcn capital, y con la premura antes expuesta motivada por la caducidad de la cuenta vivienda, empecé a mirar precios de pisos de segunda mano en revistas en la zona de bcn ciudad. No me quise aventurar a llamar a la puerta de ninguna inmobiliaria, que son muy pesados. Miré varios barrios, los menos prohibitivos, pero en toda una revista me sobraban dedos de una mano al contar los pisos que me podía permitir. El típico octavo sin ascensor y por reformar o el otro que tiene un balcón que da a un after. Además, en barna es imposible aparcar en la calle en casi todos los barrios, así que tendría que comprar o alquilar una plaza de parquing, ya que necesito el coche para trabajar. Total, descartada la descabellada (sí, era obvio pero había que comprobarlo) idea de comprar un piso en Barcelona ciudad.
También, para demostrar que tengo más moral que el alcoyano, estuve mirando todas las promociones nuevas en la zona de bcn ciudad y alrededores, buscando algo sobre plano a poder ser. Los precios son para ponerse a temblar, es algo increible. Bueno, qué os voy a contar... Pues el caso es que, después de mucho buscar, hay un par de promociones en Badalona, que se entregan dentro de más de tres años, pero me han apuntado en una lista de espera. Lista de espera!!! Tiene cojones la cosa, precios prohibitivos (no me los han dicho pero por la zona está más que claro) y encima se los quitan de las manos! En fin, es una posibilidad, pero que cada día que pasa (siguen sin llamarme) veo más y más lejana y más y más cara...
Lo siguiente fue mirar pisos de segunda mano en el Maresme, las poblaciones más cercanas a bcn: masnou, montgat, alella, vilassar e incluso premià. Estos lugares están llenos de urbanizaciones con unas casas que quitan el hipo, y la oferta de pisos es escasa, y económicos todavía más escasa claro. Más de lo mismo, los pisos que me puedo permitir no valen la pena bajo mi punto de vista. El siguiente paso fue probar en mi ciudad natal, donde apenas hay barrios que me gusten para vivir, y en los que sí los precios se disparan.
Es decir, para comprarme un piso en cualquiera de las zonas acabadas de mencionar, primero, he de hacer un esfuerzo financiero (casi de por vida) muy importante, por encima de la mitad de mis ingresos, y más por encima todavía de mi nómina mensual. Segundo, si lo primero no fuera suficiente, tendría que renunciar a algo, véase barrio horrible, pocos metros cuadrados, reformas imprescindibles, etc, etc, etc...
En resumen (uno más, ya he perdido la cuenta), sé que habrá gente a la que todo esto no le desanime, pero a mí, con perdón, me destrempa completamente, no me hace ninguna ilusión, al contrario me tiene bastante estresado y con ganas de acabar con el tema, como si fuera un trámite. Y no creo que sean esos los sentimientos que debiera provocar la elección de tu hogar.
La palabra clave que me planteo ahora mismo es ilusión. Lo siento, pero no veo claro gastarme más de 40 millones de los de antes más intereses en algo que no me convence plenamente, que no me ilusiona, que no veo como un proyecto de futuro, donde no me veo viviendo, algo que difícilmente consideraré un hogar.
Pero no todo está perdido, creo haber encontrado la ilusión, aunquela idea que me la ha devuelto y que actualmente estoy sopesando es, cuánto menos, poco corriente. Aunque tengo que decir que la mayoría de gente a quienes he comentado la idea me apoyan y animan. Queda pendiente pues, además de la explicación, una buena lista de pros y contras para una próxima entrada.
diumenge, d’agost 05, 2007
Vacaciones!
En fin, no me pondré melodramático, y para vencer esa tendencia que a veces aparece cuando me siento ante este blog, rememoraré la semana de vacaciones de la que volví hace unos días.
Durante esa semana vacacional, ¡¡¡Estuvimos navegando a toda vela por los mares del sur de Francia!!!.......... Bueno, no eran mares precisamente y el barco no tenía velas, aunque sí una magnífica bandera pirata que era el terror de las aguas que íbamos surcando y conquistando...
Pues sí, conseguimos asustar a nada más y nada menos que un niño con esa bandera, sobre todo gracias a nuestra actitud piratesca...
Haciendo un repaso cronológico de estos días de navegación por las mansas aguas del canal de Midi, situado en la región sureste de Francia, hay que destacar que los cinco tíos que allí estuvimos empezamos jugando al Tetris. No sé si conseguimos pasar al siguiente nivel, pero conseguimos meter las maletas y buena parte de un Carrefour en el maletero de un todo terreno...
Después de unas rápidas lecciones para maniobrar este tipo de barcos, que no requieren licencia (aunque tampoco pueden pasar de los 8 kms/hora), nos pusimos a navegar. Tras unos primeros momentos de auténtico desconcierto, descontrol, desorientación y otras palabras que empiezan igual, encontramos una referencia para situarnos en el mapa... Sí, fue más o menos tan patético como parece, no sabíamos ni en que dirección del mapa nos estábamos moviendo!
Los paisajes que dejábamos atrás durante los paseos fluviales, aunque monótonos hasta la saciedad, me resultaron al poco tiempo relajantes. Las aguas no desprendían malos olores, aunque eso sí, tenían un color marrón oscuro que no invitaban a otra cosa que no fuera su navegación o contemplación en la distancia. Algunos patos chapoteaban y mendigaban a gritos algo de comer, y hay quien dice que también fueron vistos castores. Por un camino paralelo al canal goteaban incesantemente ciclistas y caminantes durante el día, que seguro serían la envidia de los urbanitas de Barna, dada la reciente moda del bicing. Flanqueando ambos lados del canal, enormes árboles protegían del sol de justicia con que fuimos obsequiados la mayoría de la semana (aunque sus largas ramas también sirvieron para que el capitán de turno del barco perturbara maliciosamente la tranquilidad de los que descansaban en las cubiertas del barco... ). Por último, mencionar también los enormes campos de viñas, que en muchas ocasiones se extendían hasta donde alcanzaba la vista. Esto, unido a la poca simpatía hacia los turistas, me hizo llegar a la conclusión que los residentes de la zona viven del vino y sucedáneos, y que lo del turismo fluvial debe ser como un pequeño sobresueldo.
Creo que son viajes destinados principalmente a hacerlos en familia, visto lo visto en los barcos con los que nos cruzamos. También puede ser un viaje interesante si tu situación económica es más que desahaogada y te gusta la buena comida y el buen vino, dado que restaurantes y cavas era lo que destacaban en cada pueblo en la guía que llevábamos.
El barco en sí no estaba mal, aunque hay que ir preparado para lo que te vas a encontrar, es decir, un barco no es un apartamento, ya que los espacios son mucho más reducidos, todos los rincones están muy aprovechados, y es imposible huir a ninguna parte durante buena parte del día, la cual la pasas navegando.
Anéctodas varias. Hubieron momentos críticos, concentrados en el mismo pueblo, uno de los pocos que tenía algo de vida, Capestang. La primera vez que entramos en su puerto, al pasar bajo un puente rascamos uno de los alerones de arriba del barco, y arrastró también una de las sillas de plástico que nos dejamos arriba, la cual fue engullida por las turbias aguas del canal. En cambio, la última vez que pasamos por el puerto de ese pueblo fuimos primero tratados como los campeones cuando les hacen el pasillo de honor (sin saber lo que pasaba realmente), hasta que vimos que un simpático francés nos iba siguiendo e increpando desde la orilla, recriminándonos que a esas horas no se podía navegar. Cierto es que eran las 10 de la noche, pero nuestras instrucciones eran que se podía navegar mientras hubiera iluminación natural suficiente, y supongo que apuramos demasiado... El amigo franchute nos acojonó bastante cuando hizo ademán de apuntarse la matrícula del barco, aunque una vez pasado el susto el tema dio para bastante cachondeo. Por cierto, la broma de la rascada nos costó 80 € en total, y suerte que no les dio por contar sillas...
Como no fuimos capaces de encontrar ese barco con cinco mujeres despampanantes haciendo top-less que tanto anhelábamos, para compensarlo exaltamos a las pocas mujeres que nos encontramos en nuestro viaje. La primera, una belleza mestiza y juvenil, en un puebo en lo que lo único que vimos, casi literalmente, fue a la susodicha preciosidad, Poilhes si mal no recuerdo era el nombre del pueblo fantasma. Lástima que sólo fuimos capaces de comunicarnos con ella utilizando el antiguo lenguaje de signos. La segunda, una camarera de la villa de Argeliers, que nos alimentó los estómagos y la vista, y que casi parecía sacada de una revista de Playboy, al menos eso quise interpretar al verle tatuado el famoso conejito. Por último, una interesantísima madurita que regentaba un restaurante encantador a pie de canal, que demostró que el dios Cronos no se distingue precisamente por ser ecuánime con sus fieles.
En resumen y para no alargarme más, unas buenas vacaciones.