Pues ahí va una entrada de corte personal, que de vez en cuando apetece y se hace necesario.
No paso por mi mejor momento. Como buen ingeniero que soy (no sé si bueno, pero el título al menos lo tengo), me gusta hacer clasificaciones, intentar ordenarlo todo un poco. Y en estos temas, utilizo las clasificaciones de los horóscopos (o de las canciones carrozas): salud, dinero y amor.
En lo que se refiere a la salud, mejorable, bastante mejorable. Estoy perdiendo la forma que había conseguido reunir el pasado verano, así que diferentes partes de mi cuerpo serrano se ponen en vaga y les da por quejarse. La espalda le hace la competencia a la veterana rodilla, a ver quién jode más, y la gripe me ha atacado con ganas este invierno, después de varios años soportando únicamente resfriadillos de tres al cuarto. Y más cosillas que me reservo, pero que ya cuento con ellas para los próximos meses.
El dinero, que no cae del cielo, más bien se ha de arrancar del suelo con un pico y una pala, no lo llevo mal, pero el afán por conseguir más, y más rápido, me está costando parte de la salud. En mi carrera contrarreloj por comprarme un piso decente sin tener que irme a Matalascañas, sigo pluriempleado. En el trabajo normal, que estrené en septiembre, va todo bastante bien, aunque la adaptación es difícil y voy de estrés hasta las cejas. Y para rematarlo, cuando salgo de un trabajo, me voy a impartir magistrales clases docentes durante algunos meses al año. En resumen, me levanto a las 6 de la mañana, y en los periodos de pluriempleo, llego pasadas las 22 horas. Lo sé, cosas peores hay, pero cada palo que aguante su vela, y a mí ésta me pesa demasiado. Lo peor de todo es que voy a estar un mes y medio haciendo ese horario de lunes a jueves, si no reviento antes por algún sitio.
¿Y cómo he llegado a una situación así? ¿Voluntariamente no? Pues sí pero no. Está claro que nadie me obliga a ir, aunque en esta última ocasión me han tomado el pelo, me han engañado. No es la primera vez que lo hace (el jefe de estudios de la escuela), pero sí que ha sido la vez que más me ha molestado. Y mira que cabrearme a mí es complicado. Me planteó hacer dos cursos simultáneamente, y me dijo que uno de ellos sólo me ocuparía dos semanas, pasadas las cuales sólo tendría clase dos días por semana. Le dije que dos semanas las podía aguantar, pero más no porque necesito tiempo libre y descanso durante la semana. Pues esperó el muy cabrón hasta el último día antes de empezar el curso para decirme que las dos semanas florecieron y se convirtieron en un mes y medio, que no le entendí bien… Bonito capullo florecido. En fin, que la pasta me viene que ni pintada, pero este impresentable ha hecho que valore todavía más mi tiempo libre. Y para colmo, casi dos meses sin poder ir a clase de tai-chi, que es casi lo que más rabia me da. Me estoy planteando seriamente dejar de dar clases. Veremos cómo evoluciona todo, pero lo tengo bastante decidido, incluso tengo algo en mente que podría sustituir la docencia y que podría darme unos durillos extras la mar de interesantes. Ya se verá.
Y por último el amor. El resumen es rápido, mi corazón sigue desierto, sin siquiera candidatas a ocuparlo. En general estoy y/o me encuentro bastante solo, en parte porque es una situación que me resulta incomprensiblemente cómoda, es decir que la situación me la he buscado yo. Mientras me mantengo ocupado no es un problema, pero cuando se juntan varios días en los que no tengo que ir a trabajar, la cosa cambia. Soy raro, lo sé. Aunque hay gente que me demuestra que también lo es, lo cual no es algo que me compense, más bien me entristece.
Es curioso, atendiendo al número de líneas, se podría decir que en mi vida la salud y el amor juntas ocupan lo mismo que el trabajo. Malament…
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